Reflexiones del Padre Padilla
La Alianza de amor con María es mi camino de santidad. Mirarla a Ella y confiar. Dejar allí mi corazón y recibir a cambio el suyo. Puedo postrarme allí como hijo y descansar en sus brazos de Madre. Siempre me está esperando aunque yo lo dude. Pienso que si llego sucio Ella no va a querer cuidarme ni limpiar mis manchas. María no es así. Se alegra al verme quieto en la puerta, con pudor, con miedo. Me mira, me ama y se acerca hasta mí. Me abraza con ternura, me levanta del suelo y experimento su misericordia. Me ama más que yo a mí mismo. Me sostiene cuando llego roto. Me salva cuando estoy perdido. Me recuerda quién soy cuando me olvido. Acaricia mis heridas cuando yo no sé curarme a mí mismo.
Sabe que soy un niño herido. Y me mira con ese amor hondo que me recompone por dentro. Me cobija en su alma como cuando estaba cobijado en el seno de mi propia madre. Me siento en casa de nuevo. Es el punto de partida de mi salvación. Esa presencia que todo lo transforma. Quiero crecer en este camino de entrega. Me cuesta tanto aceptar los planes de Dios.
No sé lo que me pide y cuando algo duro sucede en mi vida, no lo acepto. Vivo con miedo el futuro. Me cuesta vivir cobijado en medio de la oscuridad. En épocas convulsas se hace más acuciante una maduración en mi fe. Miro a María que me espera como siempre a la puerta de mi vida. Tengo claro que, o paso mi vida anclado en Dios y confiado, o me dejo llevar lleno de amargura por la corriente de la vida. María viene a mí para rescatarme.
No me deja vivir con miedo. Me enseña a luchar por adquirir esa conformidad con la voluntad de Dios. Cuando amo y soy amado, cuando estoy en paz con mi vida, la realidad deja de ser algo violento. Me adapto a lo que hay y saco de todo el mayor provecho. No me entristezco con las derrotas. Sé sacar del fracaso la mejor enseñanza. De un mal saco un bien. De una ausencia una ganancia. De una vida en la precariedad un camino para crecer en santidad. Lo que me pasa tiene que ver con mi felicidad aunque en el momento me parezca todo lo contrario.
María me ama y por eso descanso en Ella. Soy su hijo, su aliado. Le doy mi «sí» a la hora de enfrentar la vida. Pongo en sus manos todos mis miedos.
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