Este fue el lema que guió los retiros realizados durante el mes de agosto de las comunidades fraternas y orantes que se conformaron este año en Pentecostés.
A la raíz de la pandemia por enfermedad de coronavirus que se desato a fines de 2019 y todo lo que va del 2020, las actividades y retiros que tenía programada la fundación Católicos hispanohablantes en Alemania, se vieron afectados. Sin embargo no nos dejamos desanimar por estos hechos que nos superaban ampliamente y en Pascua y Pentecostés nos sentimos llamados a tirar las redes y se realizaron retiros on line a través de una plataforma virtual.
Y el Espíritu Santo nos sorprendió ya que en aquellas oportunidades se dio un compartir sincero y profundamente fraterno. Y fue en Pentecostés que personas ya no solo de Alemania sino de toda Europa, dieron su sí a María, comprometiéndose a emprender juntos un camino comunitario.
Se conformaron entonces tres nuevas comunidades de doce personas cada una y un guía para acompañarlos en sus primeros pasos. A partir de aquel día las nuevas comunidades se encontraron on line cada semana, a compartir la Vida, rezar o realizar formación espiritual.
Pero somos latinos y buscábamos el encuentro personal. Así que de ese modo, al flexibilizarse algunas medidas ante el coronavirus tomamos coraje y la decisión de poder conocernos cara a cara.
Se respetaron todas las normas sanitarias e higiénicas llevando adelante un estricto protocolo que incluía el distanciamiento, el uso de tapabocas en lugares comunes, puestos sanitarios en los accesos, ventilación de todas las dependencias, entre otras.
El verano aun nos abrazaba así que eso hizo posible también realizar actividades al aire libre y caminatas por el bosque. Muy cercanos de Espíritu a pesar del distanciamiento físico.
Gracias a Dios y a María no sucedió ningún imprevisto y todos estuvimos saludables y seguimos sanos.
Gratitud también hacia cada persona que dejó su casa, con valentía y se puso en camino hacia la tierra de Vallendar, al encuentro de los hermanos.
Las predicas del Padre Joselo calaron hondo en los corazones, las dinámicas, el compartir desde el corazón, las caminatas hacia el Santuario, la posibilidad de realizar un profundo examen de conciencia y confesarnos en español hicieron de estos encuentros algo especial. La alegría en los corazones y la luz en los rostros dejaban traslucir las ganas que tienen Jesús y María de acompañarnos en nuestro camino de conversión.
Y como Familia hispanohablante todo culminó en torno a la mesa, la Eucaristía. Reunidos ante el Pan de Vida, el Vino nuevo que es Cristo, nuestra Roca y Fundamento. Cantos alegres, Paz que se da con los ojos sonrientes bajo el tapabocas, codo a codo creciendo juntos. Y una paloma blanca que desde el tejado nos acompañaba como un hermoso símbolo del Espíritu Santo que llenó nuestro corazón a cada instante del retiro y lo mejor de todo: se quedó a morar en él.
"Yo conozco esa maravillosa tierra: es la pradera asoleada con los resplandores del Tabor, donde reina nuestra Señora
tres veces Admirable en la porción de sus hijos escogidos, donde retribuye fielmente los dones de amor manifestando su gloria y regalando una fecundidad ilimitada. ¡Es mi terruño, es mi tierra de Schoenstatt!”
(“Cántico al terruño” Hacia el Padre)
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