“Donde Dos o Tres se Reúnen en Mi Nombre, ahí Estoy Yo en Medio de Ellos" (Mt. 18, 20):
Paz y Reconciliación a través del Santo Rosario
por Karenn Berlanga y Carolina Rozo
¿Cómo llegan los llamados en la fe, a nuestras vidas?
Espontáneamente y con la intención de prepararse para la Cuaresma a través del rezo del rosario, una compañera de fraternidad dijo: “Me he propuesto orar el Rosario todos los días antes de la Pascua, pero no creo que lo logre sola. ¿Les gustaría unirse a mi propósito?”
Seguramente algunos de nosotros dudamos al inicio. Nos preguntábamos: “¿Podría yo, con todos mis actuales compromisos diarios, dedicar un tiempo al Rosario?” “¿Cómo poder iniciar el Rosario en fraternidad, cuando ni siquiera lo que hecho individualmente?” “Hace tanto que no rezo el Rosario! Ya ni me acuerdo como rezarlo”. Estas inseguridades se disiparon en el momento en que tímidas respuestas de un “Si, te acompaño” contagiaron a más de uno haciendo de éste propósito uno de los más bellos que pudimos experimentar en este tiempo de Cuaresma. Nuestra Comunidad extendió el llamado a todas las fraternidades y con ello se unieron muchos hermanos en fé de diferentes ciudades y países.
Este llamado a la oración llegó así, de manera libre y espontánea y nuestra respuesta también libre, se dio gracias a que ya nos sentimos parte de una familia en la fe, con la confianza de decir Si, porque no estamos solos. Porque a través de nuestros grupos de fraternidad hacemos Iglesia y unidos en oración, el Señor está presente como centro de nuestra vida.
Como éste, pueden ser muchos los llamados que recibimos de Dios. ¿Cómo saber escuchar entonces los llamados en la fe? Respuestas pueden ser muchas, pero en nuestro caso particular, el ser parte de una comunidad católica activa y abierta a las propuestas de quienes hacen parte de ella, nos facilitó entender el llamado y su aceptación.
Nuestra obediencia en la fe
Saber que dar ese Sí a la oración, fue solo el inicio; ya que se requería aceptar el compromiso con obediencia. La palabra obedecer viene del Latín oboedescĕre, que significa saber escuchar. El saber escuchar nos lleva a tomar la decisión de llevar a cabo una acción. Una obediencia que alegra el alma, tal como lo expresó Jesús a los judíos “(…) mi Padre no me ha dejado solo, yo siempre hago lo que a él le agrada” (Juan 8: 29). Con las palabras de Jesús en el corazón, nos reunimos en su nombre y pedimos la intersección de María, nuestra dulce Madre, por cada intención presentada y por todas aquellas intenciones que llevamos en el alma. Así, animados a unirnos para buscar nuestro vínculo con Dios a través de nuestra Madre María, como peregrinos en la fe, crecimos y aprendimos cada día.
La diversidad de oraciones, letanías y jaculatorias reflejaron la belleza de nuestra devoción a María y la riqueza cultural nuestra iglesia hispanohablante. Pues esa es precisamente la puerta que Jesús abrió al mundo: “Ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo” (Gá:3-28). Estas palabras nos hacen pensar que en la oración por muy diversos que seamos somos un solo cuerpo, una sola Iglesia.
Un segundo aspecto, fue la valentía y el ánimo. Seguir a Jesús, no es una tarea fácil, pero el católico, consciente de la presencia de Dios, es valiente. Aquí recordamos el llamado del Señor a Josué quien incluso dos veces antes de entrar a la tierra prometida le dice: “Se valiente y ten ánimo” (Jos: 1:6) El camino no es fácil pero el Señor nos invita a ser fuertes y perseverantes en la fe y en el conocimiento de su Palabra.
¿Acaso no es el Rosario una continua relectura del Evangelio? Valientes y animosos nos acercamos al Rosario y cada uno de los misterios nos llevaron a la palabra, que releída cobraba vida y nos invita a volver a interpretarla a la luz de la Pascua. Cada misterio fue una nueva invitación, un abrebocas a reencontrarnos con Jesús y sus enseñanzas.
Si reunidos en la fe oramos con tal devoción en este tiempo, juntos en familia, padres e hijos, hermanos, esposos, novios y amigos, ¿por qué no continuar este camino en la fe a la luz de la Palabra, que es regalo de Dios para la vida eterna? Hoy en estos tiempos difíciles de duda, temor e incertidumbre, la Palabra y la Oración se convierten en la fuerza del espíritu para afrontar los retos de la vida. Pidamos al Espíritu Santo que sea nuestro apoyo y guía y que continúe acompañando y bendiciendo a nuestra Comunidad de Católicos en Alemania y que sea fuente de muchos más llamados en la fe.
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